Espacio reservado para el título del blog

Esto es un sitio donde dar salida a todas las pajas mentales que tengo en la cabeza y que escribirlas en un papel sería perder el tiempo
(mucho peor perdido que en este antro)

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Cuando se juega a ser Dios

Posted by GhMeister On 21:22 4 gilipolleces


El otro día me di cuenta de que los gimnasios 24h también existen en Barcelona. El otro día pasé enfrente de uno. No sólo eso, sino que la primera "visita" es gratis para probarlo. Es un gimnasio lujosísimo y si me decidí a entrar fue porque te ofrecían todo tipo de servicios, los cuales incluyen la indumentaria para hacer deporte y toalla para ducharte. ¿Qué más se puede pedir? Ejercicio (sano) gratis, recambio para no manchar de sudor la ropa que llevas y toalla para después de la ducha.

Estaba completamente vacío. La chica me explicó que el gimnasio estaba recién abierto y que la gente no lo conocía mucho aún (de ahí la oferta de probarlo una vez de gorra). También eran las 3 de la mañana cuando lo vi (¿a quién se le ocurre hacer ejercicio a esa hora?) y eso influye en que no haya demasiada gente.

Después de una sesión de ejercicio no muy intensa (quiero cansarme lo justo) me doy una ducha. ¡Qué gustazo poder ducharte sin tener que recoger luego el agua del suelo como en casa! En la ducha, me meto un dedo en cada oreja, cierro los ojos y pongo la cabeza debajo de la alcachofa. Tiro el dado. Letra S. De repente, el solitario y frío espacio que rodea la ducha se convierte en un cálido salón comedor con una chimenea donde varios troncos al rojo vivo crepitan sin cesar, y puedo oír perfectamente cómo llueve fuera. Es una sensación reconfortante.

Después de salir de la ducha, le doy las gracias a la recepcionista (y vete tú a saber si algo más) y salgo a la calle. Mi iPod se ha divorciado de mi (al menos por hoy). No quiso ser mi acompañante esta noche. En ese momento, estoy tan a gusto que parece que estoy caminando sobre nubes. Quiero jugar a ser Dios. Tiro el dado. Letra N. Siendo mis pies el centro del universo, debajo de ellos la ciudad empieza a convertirse en una nube. El suelo. Los edificios. Como una pandemia, las nubes se van extendiendo hasta cubrirlo todo. Todo es una nube. Me quito las gafas, y mi visión pasa a ser más nublosa, dándole la textura que le faltaba a la ciudad. El mundo se vuelve lento. Pierdo la noción de todo lo que pasa a mi alrededor. Veo mis pensamientos pasar muy lentamente. Tanto, que antes de que me llegue uno a la mente, lo veo venir frente a mi. Decido esquivarlos todos, cosa que no me resulta nada difícil. No pienso en nada, sólo en las nubes. Este estado de cansancio por el ejercicio, atontamiento por la ducha y "enmimismamiento" por evadir todos y cada uno de los pensamientos que se me van acercando me gusta.

No sé si me queda mucho por llegar, o poco. Tampoco sé si tengo frío, o calor. No me paro a pensar si esa persona que va por la calle es un atracador en potencia o es alguien como yo, que simplemente pasea. Es lo que tiene no pensar, que no sabes nada. Y lo que tiene no saber nada, es que te hace feliz.

Veo una nube en forma de restaurante. Tiro el dado. Letra J. De repente, las nubes empiezan a cambiar de forma. Después de cambiar de forma, un soplo de aire las hace desaparecer. ahora estoy andando por una ciudad, formada por casas cuadradas y varias alturas de tejados. Adornos llamativos y muy característicos. Me veo sentado en una de esas casas, vestido con una bata de seda sentado en el suelo, en una mesa muy bajita y la puerta corredera que da al jardín, abierta. Un plato de sushi en la mesa y una buena taza de té para acompañarlo. Estoy en Japón. Una zona tranquila, debe ser primavera ya que todo está muy verde. Los cerezos floreciendo y las vistas increíbles. Me gusta poder cambiar el mundo a placer.

Paseando por el jardín, veo una pequeña embarcación. Tiro el dado. Letra E. Monto en la embarcación y, como por arte de magia, me lleva velozmente y en tiempo récord (un par de segundos) hasta escocia. Entrando por Inverness, la barca se dirige al lago Ness. Me bajo. Paisajes muy, muy verdes, montañas, exquisita niebla casi permanente por esos lugares, paz, tranquilidad. Tirado en la hierba, sin pensar en otra cosa que no sea la nada, veo un ave moviendo majestuosamente sus alas ante mi.

Tiro el dado. Letra A. De repente el mundo se aleja de mis pies. Tengo uñas afiladísimas, una vista increíblemente precisa y me elevo hasta arriba. Voy planeando lentamente disfrutando del aire que me da en la cara. Agitando las alas lentamente. Visto mi objetivo, me lanzo en picado a por él. Como águila precisa, lo agarro con las garras sin que él lo note pero... Acabo de ver una tienda de chucherías. Va a tener suerte mi presa. Se me cae el dado. Letra G.

Ahora todo se vuelve golosina. Las señales de tráfico son grandes discos de regaliz rojo. Los coches, enormes nubes de algodón con ruedas hechas de caramelos gigantes. Los edificios grandes bizcochos y los peatones deliciosos ositos de gominola.

Viene una nube gigante de algodón. Muy alargada. Le digo hola a su conductor, valido mi billete y me siento delante del todo.

Cierro los ojos y me dejo llevar. Tiro el dado. Letra I. Empiezo a imaginar el camino que está haciendo el bus. Con los ojos cerrados, estoy visualizando la carretera. Tengo la sensación de que conduzco yo. El traqueteo hace que más tarde, pierda la noción de dónde estoy al sumirme más aún en mis pensamientos. Reconozco unos baches que hacen que vuelva en mi. Alzo la vista y abro los ojos por primera vez en todo el camino. Me levanto y aviso al conductor que pare con el botoncito que tienen los buses para tal efecto. Bajo, camino hasta casa.

Tiro el dado. Letra C. Me tumbo después de haberme puesto el pijama en la cama. Me arropo y me acurruco para entrar en calor. De repente, mi cama se hace inmensa. Increíblemente grande. Todo el universo es un colchón enorme donde poder moverme a mis anchas y sin caerme jamás de ella. Vuelvo a notar que estoy sobre una nube, pero esta vez puedo notar su suavidad. Disfruto del dulce desperdicio de 8 horas (a veces más) que hacemos los humanos diariamente. De repente, todo se vuelve oscuro. Abro el cajón de mi mesita, meto ahí mi cerebro para que no me molesten sus memeces mientras duermo y pongo el interruptor en modo "OFF".

Me gustó jugar a ser Dios esa noche. Quizá mañana vuelva a intentarlo.