Espacio reservado para el título del blog

Esto es un sitio donde dar salida a todas las pajas mentales que tengo en la cabeza y que escribirlas en un papel sería perder el tiempo
(mucho peor perdido que en este antro)

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El dulce placer de mentir

Posted by GhMeister On 3:14 2 gilipolleces



Mentir... Esa "cosa" tan mala que siempre nos han dicho que no debe hacerse... Siempre nos han enseñado que hay que ir con la verdad por delante, que jamás hay que mentir, que no tenemos que hacerlo, ya que con eso dañamos a terceras personas, pero la verdad es que las mentiras son el pan nuestro de cada día.

Alejándonos mucho, tenemos que hace miles de años, los humanos mentían. Mentir es la salsa de la vida. Los trogloditas, cuando veían a una presa, uno le decía al otro: "Hey, mira esa chati!!" y cuando el otro se despistaba para ver a la supuesta "chati", el engañador iba a por la presa para cazarla y llevarla a casa como premio. Pero ni mucho menos es la primera mentira de la historia. La primera mentira de la historia viene cuando un pez, que estaba tan tranquilamente nadando en el agua, ve que su hermano gemelo salta del agua a la tierra para continuar su proceso evolutivo allí fuera, dejando al pobre hermano en el agua, y teniéndolo engañado toda la vida haciéndole creer que era un pez, cuando en realidad era un "híbrido". Pero la mentira más grande de la historia, la que ha movido tierra y mar, la que ha "conmovido" a muchas personas, es la invención de un ser todopoderoso que supuestamente creó el universo donde vivimos. Una vez, se me ocurrió preguntar a un experto en la materia que si antes del universo no había absolutamente nada, cómo pudo aparecer por ahí Dios, sin más. No tuvo otra cosa que decir que: "Él se creó a si mismo". Y claro... Yo con unos 10 años que tendría por aquél entonces... Me dejó más descolocado que nunca.

La siguiente gran mentira es el momento en que nace un familiar cercano. Vas al hospital, con 6 años, ves a alguien que acaba de parir, ves al recién parido en una cuna, arrugado, rojo como un tomate, que parece que esté haciendo fuerza para cagar y no pueda hacerlo, y tú, inocente, preguntas: "¿Mamá, por dónde salen los niños?". Y tu madre no tiene más cojones que decirte: "Por el ombligo". Todo el mundo se está partiendo el culo de ti, y tú no entiendes por qué la gente se ríe. Tú sólo quieres saber exactamente por dónde ha salido el bicho ese tan grande y arrugado, porque no te cuadran las cuentas, y menos si te dicen que ha salido del ombligo.

Otra gran mentira es cuando tu madre te dice que eres la persona más guapa de este mundo. Y tú pensando: "¿Y por qué coño estaré haciendo la EGB, en lugar de estar rodando anuncios para Dolche y Bananna?"... Algo no cuadra ahí. Luego vienen las depresiones de las mujeres, que ves a una fea, te pregunta si es guapa y le dices que "pseeeeeeee....". Su madre toda la vida engañándola, diciéndole que es la más guapa del mundo, y cuando llega al mundo real, se da la hostia del siglo.

La siguiente mentira llega cuando se te cae tu primer diente. Creo que te llevas un trauma tan grande, que los padres necesitan contrarrestarlo con una mentira, inventándose un ratón llamado Pérez, que te trae regalos y los deja debajo de la almohada si dejas tu diente caído allí. Y digo yo... ¿No tiene otro sitio donde dejar los dientes el puto ratón tocapelotas, que tiene que venir a tocar las narices mientras duermo?

La historia del ratón Pérez empezó a ser dudosa cuando me trajo una bicicleta el día que se me cayó una muela... O a ese ratón le ha dado mucha radiación llevando regalos a los niños de Chernobyl, o a mi que no me jodan, que un ratón no puede con semejante bicicleta.

Luego están los famosos reyes magos... ¡Ay! Los reyes... Reyes que pasan desapercibidos por los regalos que te traen, hasta el bendito día que te empiezas a hacer preguntas como: "¿Cómo coño podrán subir hasta el 5º piso donde vivía mi tía antes a llevar los regalos?". Las puertas de la casa de mi tía en Madrid, parecían puertas acorazadas, no entraba ni una mini-ráfaga de aire, y siempre las cerraba a conciencia. También empiezas a pensar en términos físicos, y empiezas a plantearte cómo es posible llevar tropecientos regalos a tropecientas personas en una sola noche. ¡NO! No sólo en una sola noche, sino en el rato que tardas de ir de verlos en la cabalgata a tu casa. Curiosamente el rey mago negro te ha dejado una mancha sospechosa en la mejilla al darle dos besos, pero se lo perdonas porque se ha portado bien con los regalos.

Otra mentira más: Papá Noel. Que te digan que hay un gordo que le hace la competencia a los reyes magos... Vale. Que te digan que hace el mismo trabajo que tres personas, pero él solito... Buff... A duras penas, pero vale. Ahora, lo que no vale es que quepa por la chimenea, y lo más importante de todo, que haya ido a casa de mi tía durante años, y ella no tiene chimenea.

Más mentiras. Cuando vas a vacunarte en la rodilla y te dicen: "tranquilo, no te va a doler". MECAGO EN LA PUTA. Me acordaré de ese día toda mi vida. Hasta sé exactamente por dónde entró mi madre al pueblo donde me fue a vacunar, y eso que tenía muy poca edad. Cada vez que recordaba aquél infernal camino me echaba a temblar, pese a que no fuéramos a vacunarme.

Y podría seguir con una lista infinita de mentiras, la mayoría de ellas procedente de nuestros padres. Los mismos que te castigan si mientes, y los mismos que te han enseñado una y otra vez que mentir está fatal, cuando ellos llevan haciéndolo toda la vida.

¿Por qué? Pues porque mentir es muy goloso. Mentimos cuando vamos a un examen con chuletas. La adrenalina desprendida después de pasar el examen es tanta, y la euforia está tan a flor de piel, que sólo piensas en volver a repetir la hazaña para volver a sentir lo mismo. Es como una droga, el que empieza con ella, no para. Y lo peor es que como es una droga que no daña el organismo, no hay cura aparente para ella, excepto el famoso "suero de la verdad". Pero "apañaos" íbamos si tuviéramos que pincharnos cada hora para no mentir.

Es goloso mentir porque has hecho algo mal, y le echas las culpas a otro. Ves que funciona la cosa, y encima te alegras de que hayan creído tu mentira. Vuelves a hacer algo malo, y vuelves a mentir. Es genial poder hacer cosas malas. Es la hostia. Y más, si después puedes mentir diciendo que tú no has sido.

Aparte, mentir es toda una hazaña. Para decir la verdad, únicamente tienes que decir la verdad y punto. Pongas la cara que pongas, has dicho la verdad. Quien no te crea, que vaya a comprobar lo que has dicho y punto. Para decir una mentira, has de se convincente. Hacer que no te tiemble la voz al hablar. Que no se te acelere el pulso. Procurar que no aparezcan tics nerviosos que antes no tenías. Hace falta ser todo un maestro para poder llegar a mentir sin que nadie se dé cuenta. Por eso todo el mundo lo hace. Mienten para poder perfeccionar su técnica ya que, durante toda su vida, van a tener que estar diciendo guapa a la mujer con la que se han casado, y ésta les va a tener que creer. De lo contrario... Pueden pasar horas y horas de lo que les encanta a algunas mujeres: discusiones sin sentido sólo para llegar a una absurda conclusión, y conseguir la ansiada reconciliación. Que ya me dirás tú, si tanto les gusta reconciliarse, ¿por qué coño no te echan un polvo directamente? Te ahorras toda la parafernalia de discutir, intentar hacer entrar al otro en razón, tener que ceder porque la otra persona es tan cabezona que no le entra en la cabeza lo que intentas explicar, y un largo etc.

Algunos intentan suavizar sus mentiras llamándolas mentiras piadosas, pero creo que ese término se lo inventó algún mentiroso compulsivo para poder tener la conciencia tranquila y poder morirse en paz y sin ningún pecado en su cuenta corriente.

Dicho esto, acepto la premisa de que mentir es guay, y que todo el mundo miente siempre y a todas horas por la excitación que provoca el hecho de hacer algo "prohibido". Así que, me digáis lo que me tengáis que decir, sabed que no os creeré, por mucho que me lo juréis por Dios.